“No me explico cómo han podido
tomarse a lo serio eventos infantiles de Lassaga, como el referente a la
evasión a nado calzado y con grillete de su héroe favorito (Estanislao López)
lanzándose al agua desde un barco español anclado casi en la banda opuesta a
Montevideo” (:) lo que revela un desconocimiento absoluto, tanto de la situación
geográfica de dicha ciudad como de la político-militar en aquel tiempo. Ya en
este camino fantástico no es de extrañar, … etc.” Estas líneas ajenas que
transcribo fueron impresas en un folleto que circuló hace ahora más de 20 años
y del que guardo un ejemplar en mi biblioteca, (Blasones de Santa Fe en la Independencia y organización nacional
por Carlos Aldao, Buenos Aires 1926). Recuerdo todavía que me produjeron algún
escozor, no por la negación de tal episodio, sino porque sin quererlo, había
venido yo hacer causa de que se atribuyeran a un historiador, ya entonces
fallecido, y ligado a mí por vínculos de sangre, deficiencias tan groseras como
“el desconocimiento absoluto de la situación geográfica de Montevideo y de la
situación política y militar del país en 1811”…
A fe que no requería mucho saber el
dominio de nociones tan elementales … Agréguese lo infundado y arbitrario de la
imputación Porque decir que un buque puede encontrarse en la banda opuesta a
Montevideo y relativamente cerca de esa ciudad, no importa ninguna especie de
absurdo tratándose de ciudad situada en la costa de una bahía… En Río de
Janeiro, en todas las ciudades de idéntica ubicación pueden verse costas
opuestas a la ciudad y cercanas a ella.
En 1811, Montevideo aunque sitiada por
tierra, dominaba la Bahía con los cañones de su fortaleza por un extremo y con
los cañones de sus cerros por el otro.
Y como la ciudad tenía escuadra y el
enemigo carecía de ella, claro es que dominaba también el río de la Plata y el
Paraná. Por eso no arguye desconocimiento de la situación político-militar de
aquel tiempo, decir que en la Bahía de Montevideo y casi en la costa opuesta a
la ciudad, se hallaba en los últimos meses de 1811, un barco de guerra español
con prisioneros tomados al ejército del general Belgrano en su campaña del
Paraguay … y no hay duda de que era así y que el barco -una fragata se llamaba
Flora- y que a su bordo estaba el sargento de Blandengues de la frontera de
Santa Fe,- Estanislao López- mocetón que no había cumplido por esos días
veinticinco años.
Hasta aquí ninguna duda tenía porque inquietar
el cronista de tales episodios… Pero si alguien hubiera insinuado sospechas
sobre la veracidad de la tradición según la cual López se arrojó al río desde
la fragata flora para salir al ejercito sitiador, entonces sí, el cronista no
hubiera podido aportar otra cosa que la tradición oral misma recogida en textos
escritos. Porque en rigor no había sido publicado a ese respecto ningún
documento que pudiera llamarse “histórico”.
Verdad que esto no autorizada para calificar a la tradición de “cuento
infantil” pero tampoco deben incorporarse a la historia episodios que sólo
descansan en la transmisión oral y que no dejan de ser meras tradiciones porque
alguien les dé, por modo feliz o desdichado, la forma escrita.
Sin atribuir el episodio mayor
importancia de la que pueda tener, debo decir que llegue a poner en duda su
efectividad. Y en ausencia de documentos
firmados por López, me sentí inclinado alguna vez a desechar la versión como
apócrifa.
En el caso que hoy no podría decir lo
mismo. Tengo, hace tiempo, en mi poder,
copia del documento que acredita la verdad de aquel hecho. ¿Carta de un testigo? ¿Mención honorífica? …¿Crónica en verso?...
podría preguntarse el lector. Nada de
eso. La hazaña del sargento López, cumplida el 5 o el 6 de octubre de 1811, no
sabemos si en horas del día o de la noche, pasó a la historia documental porque
hubo que pagarla y porque fue anotada en el Debe de una cuenta. Por esta circunstancia… contable como alguno
diría, ha llegado hasta nosotros
documentalmente. Excúsenos el lector la
descripción de la proeza por cuanto ignoramos sus pormenores. Pero diremos que así como Neptuno y Proteo no
practicaban sus correrías con pesada vestimenta, aquel sargento de Blandengues,
después de arrojarse de la fragata flora en la Bahía de Montevideo y ganar a
nado la costa para seguir hasta la línea sitiadora, llegó muy ligero de ropa y
de equipaje ante el señor general Rondeau, y el general ordenó cristianamente
vestir al desnudo… Cumplida la orden, el
comisario del ejército Don Miguel Gerónimo Garmendia, hombre ordenado y
meticuloso, fue hasta su carpa y sentado a la mesa de los papeles escribió así: “A Estanislao López, sargento de los Blandengues
de Santa Fe que salió a nado escapado de la fragata Flora en donde se hallaba
prisionero por orden del señor general, (Rondeau) se le dio lo siguiente:
Un pantalón de pana 3 1/2 pesos
Un sombrero en 5 pesos
Una chaqueta de bayetón 4 pesos
Un poncho en 10 reales
Una camisa chica en 18 reales
Cuartel General en el Arroyo Seco a 6
de octubre de 1811”.
El sargento que esperaría ya cubierto
con su nuevo indumento, fue llamado a la carpa y sentado a la mesa puso en 3
palabras el recibo al pie del documento: “Recibí: Estanislao López”.
El importe del vestuario se cargo a
cuenta de las rentas municipales de Santa Fe.
Pero se hizo excepción de dos prendas las más caras: el sombrero y el
pantalón. Procedían ambas de una fragata
española sorprendida en la costa por los patriotas y que había sido considerada
buena presa. Quien dio la orden para tal
excepción fue nada menos que el vocal del Triunvirato Don Feliciano Chiclana, a
la sazón en el sitio de Montevideo.
“Proceden de la fragata Consolación -escribió Garmendia a propósito de
estas piezas- y no se carga su importe por disposición del señor Chiclana”.
Y consignados estos pequeños detalles
en honor a la exactitud y porque son de interés para lo que viene más adelante,
diremos que si el sargento López pensaba ilustrar su nombre en el sitio de la
ciudad y tomar desquite de las penas sobrellevadas en la prisión pronto se vio
defraudado porque el gobierno de Buenos Aires tenía entre manos un armisticio
con Don Francisco Javier de Elio jefe de la plaza de Montevideo y que se
adornaba con el título de Virrey. El armisticio se firmó pocos días después, el
20 de octubre y fue una desdicha para la revolución. Los señores del gobierno Chiclana, Paso,
Sarratea y él ínclito señor Rivadavia trataron con el excelentísimo señor Virrey
y reconocieron “la unidad indivisible de la nación española de la cual forman
parte integrante las Provincias Unidas del Río de la Plata en unión con la
península y las demás partes de América que no tienen otro soberano que el
señor Fernando VII”; y “convinieron gustosísimos (sic) en procurar remitir a
España los socorros pecuniarios que permita el presente estado de las rentas”.
Ni qué decir que por razón del
armisticio los restantes blandengues santafesinos de la fragata Flora, que no
eran muchos pasaron al ejército patriota de Montevideo donde encontraron a su
sargento. Tengo a la vista una relación “de
los individuos de la Compañía de Blandengues de Santa Fe que habiendo sido
prisioneros en el Paraguay han salido a este ejército”. Sin haber nadado como el sargento López, llegaban también casi desnudos… Y se les da
un vestuario a cada uno y socorro de cuatro pesos. Al sargento seis y no se le da más ropa,
“por estar ya vestido”. Son diez blandengues, entre ellos uno de
apellido inglés Norberto Thompson todos analfabetos menos el sargento que firma
el recibo por sus soldados. El general
Rondeau les da pase a Santa Fe, pero no les da monturas ni caballos para cruzar
la banda Oriental y el Entre Ríos y entonces prefieren casi todos seguir
acogidos al ejército de Buenos Aires que debe regresar a la capital. Desde allí
será más fácil volver a Santa Fe. Un mes largo pasan en Montevideo porque el
ejército no se mueve hasta fines de noviembre. Y en este mes ¡cuántas críticas
oyen dirigidas todas al armisticio!... Artigas no lo acepta… Sostiene -y con
razón- que él ha levantado el pueblo de las campañas y que este pueblo ahora es
entregado inerme a españoles y portugueses; dice que, antes de entregarse
abandonarán los orientales su suelo en señal de protesta; que el gobierno de
Buenos Aires no tiene poderes para disponer de la suerte de los pueblos a su
capricho. De Entre Ríos llegan protestas
muy parecidas porque el armisticio no solamente dispone que “las tropas de
Buenos Aires desocuparon enteramente la banda oriental…” sino que “los pueblos
del arroyo de la China Gualeguay y Gualeguaychú situados en Entre Ríos,
quedarán de la propia suerte sujetos al Excmo Sr. Virrey. En octubre de 1811 los pueblos que han
salvado ese mismo año a la revolución sujetos al Excmo Sr. Virrey…
En los últimos días de noviembre,
López y sus compañeros embarcaron con las tropas del sitio rumbo a la capital.
Esperábanle honores extraordinarios. El Triunvirato había declarado a esas tropas “beneméritas
de la Patria en grado heroico”. El 1° de
diciembre desfilaron bajo el arco principal de la Plaza de la Victoria y ese
mismo día juraron el estatuto provisorio apenas llegados los blandengues (que
no han de haber participado en esos desfiles porque no eran parte integrante
del ejército) el sargento López, nada Lerdo, presentarse por escrito al
gobierno para pedir un socorro en dinero que le permitiera -a él y a sus
soldados- seguir su destino. Al cabo de
pocos días supo que el pedido había sido traspapelado e insistió con otra
solicitud la que conocemos y que dice así: “Excmo. Señor: Estanislao López
sargento del Cuerpo de Blandengues de la frontera de la ciudad de Santa Fe. Por mí y en representación de Agustín Gómez,
Roque Ferreyra, Juan Esteban Morel, Pascual Alba, Tomás Romero y Gregorio
Molina, soldados del mismo cuerpo, ante la superior justificación de V.E. con
la sumisión y respeto que debo, parezco y digo: Que siendo unos de los que
pasaron a las órdenes del señor general don Manuel Belgrano en la expedición al
Paraguay, tuvimos la desgracia de ser prisioneros en el segundo ataque que
tuvimos en Tacuarí” … Obsérvese bien en
el segundo ataque que tuvimos en Tacuarí… Erró pues el general Mitre y todos
cuánto lo siguieron al decir que López fue tomado prisionero en Paraguarí
tiempo antes y muy lejos de Tacuarí.
Sigue el documento: “…habiendo sido
remitidos posteriormente entre otros a la ciudad de Montevideo donde
permanecimos en la misma clase (de prisioneros) hasta los tratados que celebró
con V.E. Durante nuestra prisión son
indecibles los trabajos y miserias que hemos padecido por el término de nueve
meses hasta el extremo de que dar casi desnudos y en esta forma se enoje o pase
para dicha ciudad de Santa Fe; pero no teniendo como transportarnos por nuestra
miseria, sin monturas ni cabalgaduras, tuvimos a bien dirigirnos a cogernos
bajo la protección de V.E. a efecto de suplicarle, como le suplicamos
sumisamente, se digne mandar que para poder vestirnos y hablarnos de lo
necesario para conducirnos a nuestro destino se nos socorra a buena cuenta a lo
menos con la cantidad de cuatrocientos pesos que son indispensables
a razón de cien pesos para mí y 50 para cada uno de los otros seis
individuos, que no tenemos absolutamente cómo movernos teniendo para esta
gracia presente que de más de un año que se nos debe de sueldo sólo hemos
recibido yo el socorro de diecisiete pesos y los demás catorce
pesos desde nuestra partida de Santa Fe hasta esta época”…
Un año de penalidades y 17 pesos de
socorro. Esta vez fue escuchado el “Sargento
Representante” que, al parecer, pidió mucho para obtener poco, porque el
gobierno del Triunvirato se dignó escuchar la súplica y acceder en parte a lo
solicitado, pero en la siguiente forma: “Buenos Aires, diciembre 5 de 1811. Al
Sargento Representante abónese por los ministros generales de Real
Hacienda diez y siete pesos y a los soldados nominados en esta
representación diez, pasándose el cargo correspondiente a las cajas de Santa Fe
y tómese razón en el Tribunal de Cuentas (Hay 3 rúbricas) Firmado: Rivadavia. Tómese
razón en el Tribunal de Cuentas, Buenos Aires 6 de diciembre de 1811.
Ballesteros”.
El 9 del mismo mes firman el recibo
los agraciados: “He recibido de los ministros generales de la Real Hacienda
los setenta y seis corr. según el anterior decreto que precede.
Buenos Aires, 9 de diciembre de 1811. Estanislao López. A ruego de los demás interesados por no saber
firmar: Juan Nepomuceno Álvarez. Con la
misma fecha se dio aviso a los ministros de Santa Fe”. El aviso era para que con los “ramos
municipales de Santa Fe”, fueran reintegrados al gobierno de Buenos Aires,
los setenta y seis pesos abonados a los Blandengues. El cargo por los vestuarios de Montevideo y
el socorro de siete y cuatro pesos, respectivamente al sargento y a los
soldados, y vaya camino de la misma ciudad.
Ni una palabra ha dicho el sargento
de su fuga en la Bahía de Montevideo, del peligro que arrastró para
incorporarse al ejército sitiador, de la intervención del señor Chiclana para
que no se cargarán en la en la cuenta de Santa Fe algunas prendas de vestir con
que le favorecieron. Todo ello queda
para él como diluido en “los indecibles trabajos y miserias que ha padecido con
sus compañeros por el término de nueve meses hasta quedar casi desnudos”. En su
presentación al gobierno todo ha sido de una sobriedad y modestia ejemplar. Ni
jactancias ni palabras inútiles. Se ha
conducido también como hombre prudente y sagaz.
Por cierto que no le eran desconocidas las oficinas del Fuerte de Buenos
Aires ni las del Cabildo, ni era la primera vez que recorría las calles y
plazas de la ciudad. Es decir, la
recorría por primera vez a pie… “sin montura ni cabalgadura”. Precisamente dos años antes bajo el
virreinato de Cisneros, las autoridades Santa Fe le habían confiado pliegos de
importancia para ser conducidos a Buenos Aires, y misiones como ésta no se
encomendaban a un correista cualquiera.
De este viaje de López a Buenos Aires
en 1809, ha quedado testimonio en una comunicación del virrey Cisneros al
Teniente de Gobernador de Santa Fe, que reza de esta manera: “ los treinta
y un pesos y tres reales que según resulta del oficio original del
Administrador de Correos de esa ciudad (que me incluye en el suyo de 11 de
Julio anterior N° 1432) se invirtieron en la conducción de los pliegos
remitidos por la posta con el soldado Estanislao López, deben satisfacerse por
esta Real Caja a la expresada administración pasando Vm. al efecto esta orden a
los ministros de Real Hacienda. Dios guarde a VM muchos años. Buenos Aires, 4
de agosto de 1809. Baltasar Hidalgo de Cisneros”.
Pobremente aviados y vestidos el
sargento y sus compañeros tomaron el camino de la Posta, es de suponer que el
11 o 12 de diciembre, en una mañana calurosa como suelen ser las de la
primavera nuestra que se despide siempre con ardentía exagerada y alardes
caniculares. No llevaban caballos
propios y los de posta eran rematadamente malos: resabiados, mañeros, de andar
insoportable. El 20 de diciembre estaban
todavía los blandengues en la Posta del Arroyo Seco (Santa Fe). Es de presumir que muy escaso de dinero
obtener sargento ya en territorio santafesino, por dejar a cada maestro de
posta una constancia de los servicios recibidos a fin de que hicieran efectivo
el pago en las cajas de Santa Fe. Ha llegado hasta nosotros un curioso
documento, en media hoja de papel que dice: el maestro de Posta del Arroyo del
Medio me auxilió con cinco caballos incluso el del postillón y me hizo conducir
hasta la posta del Arroyo Seco que dista 6 leguas y para que conste su buen
cumplimiento lo firmo el 20 de diciembre de 1811 Estanislao López”.
Pocos días después, quizás para
Navidad, entraban en Santa Fe aquellos blandengues que habían salido con Belgrano
en octubre del año anterior.
Y aquí me disponía a yo a dar por
terminado este relato que nada tiene de “cuento infantil” como no sea la
sugestión saludable que en almas de niños y jóvenes ejercen episodios en que se
destacan el valor, la constancia y el sacrificio. Y lo daba por terminado con
un recuerdo afectuoso a la memoria de Ramón Lassaga que puso tan noble fervor
durante su vida en comentar cosas del terruño que tanto amó. Pero inhábil narrador, advierto que he dejado
pendiente un hilo de mi relato, que no es precisamente un hilo de oro: pero, al
fin, la historia se teje con el vivir cotidiano con sus mezquindades cuidas y
miserias, y no siempre su trama está sostenida por lo que brilla sino por algún
hilo escondido apenas perceptible para el investigador. Sucedió,
pues, que López llegó a su ciudad con aquel sombrero de cinco pesos y
aquel pantalón de pana que el comisario del ejército sitiador de Montevideo,
Don Jerónimo Garmendia, no cargó en la cuenta de Santa Fe por orden y por
municipio de Feliciano Chiclana. Todo hace creer que aquella esplendidez fue
algo así como un premio estímulo a la proeza del sargento, y López pudo decir
que se arriesgó su vida en Paraguay y Montevideo economizó a su ciudad el pago
de un sombrero y un pantalón en circunstancias difíciles para la Patria… y por
que así lo ordenó un vocal del Primer Triunvirato… Pero el asunto no terminó ahí…
“Pasó un día y otro día pasó un año y
otro año”… y por octubre de 1812, recibieron los señores ministros de la Real Hacienda
de Santa Fe el siguiente comunicado: “A más de los cargos que tengo pasados a Vms.
contra el Cuerpo de Blandengues de esa ciudad por lo que percibieron en las expediciones
del Norte y de la Banda Oriental, resulten ahora contra el sargento del mismo Cuerpo
Estanislao López, 8 pesos y 6 reales importe de un pantalón de pana y de un
sombrero que se le suministraron por mí del cargamento apresado en la fragata Consolación,
lo que comunicó a Vms. a fin de que me sirvan descontarlos en los ajustes de
sueldos respectivos, esperando me den aviso de quedar en ejecutarlos. Dios
guarde a Vms muchos años. Buenos Aires, 24 de septiembre de 1812. Firmado: Gerónimo
Garmendia. Pasmados quedaron escandalizados los Señores Ministros de la Real Hacienda
con este dar y quitar poco decente que más parecía cosa de granujas que de
altos funcionarios. Y la ciudad no tuvo
más remedio que pagar … No iba el sargento a devolver su sombrero y su pantalón…
No sabemos lo que haya dicho
Estanislao López, al verse deudor de dos prendas de vestir como único galardón
de sus “indecibles trabajos y miserias” entre Paraguay y Montevideo. De
haberle alguien recordado muchos años después aquel episodio de juventud bien
pudo decir el célebre caudillo: “Aquello mío no fue nada; Santa Fe de 1810 a
1815 perdió todo lo que había construido en muchos, muchos años, franqueó sus
propias tropas a Buenos Aires pagando la de sus ramos municipales y reunió sus
propios arbitrios a la Hacienda Nacional; los indios robaron ochenta mil
cabezas de ganado, vacuno solamente, sin contar lo demás; destruyeron los
mejores fuertes y pueblos mataron a más de cien vecinos. Buenos
Aires se llevaba todo y cuando pedíamos algo se encogía de hombros, o se reían
de nosotros Yo aseguré la autonomía de la provincia para que no se produjeran
arbitrariedades y la dejaré respetada por todos; he servido a Santa Fe casi
toda mi vida luchando siempre por ella en una causa generosa y noble”.
Nota: en los documentos, todos
inéditos, que sirven de base a esta publicación, solamente uno la presentación
de López al Triunvirato, en 5 de diciembre de 1811, fue encontrado por el autor. El más importante que prueba la evasión de
López desde la fragata Flora le fue dado en copia por el historiador uruguayo Ariosto
Fernández. La constancia firmada por López en la Posta de Arroyo Seco pertenece
al Dr. José M. Puccio. El documento de Cisneros
y el dirigido por Garmendia, Santa Fe octubre de 1812, los debe el autor en copia al funcionario
del Archivo Histórico de Santa Fe, don Aníbal Osuna.
por José Luis Busaniche
para El Litoral, sábado 31 de
diciembre de 1949.
Texto tomado de la publicación original sin modificación alguna.
José Luis Busaniche