sábado, 23 de noviembre de 2019

La evasión del sargento López. Episodio de 1811

“No me explico cómo han podido tomarse a lo serio eventos infantiles de Lassaga, como el referente a la evasión a nado calzado y con grillete de su héroe favorito (Estanislao López) lanzándose al agua desde un barco español anclado casi en la banda opuesta a Montevideo” (:) lo que revela un desconocimiento absoluto, tanto de la situación geográfica de dicha ciudad como de la político-militar en aquel tiempo. Ya en este camino fantástico no es de extrañar, … etc.” Estas líneas ajenas que transcribo fueron impresas en un folleto que circuló hace ahora más de 20 años y del que guardo un ejemplar en mi biblioteca, (Blasones de Santa Fe en la Independencia y organización nacional por Carlos Aldao, Buenos Aires 1926).   Recuerdo todavía que me produjeron algún escozor, no por la negación de tal episodio, sino porque sin quererlo, había venido yo hacer causa de que se atribuyeran a un historiador, ya entonces fallecido, y ligado a mí por vínculos de sangre, deficiencias tan groseras como “el desconocimiento absoluto de la situación geográfica de Montevideo y de la situación política y militar del país en 1811”…
A fe que no requería mucho saber el dominio de nociones tan elementales … Agréguese lo infundado y arbitrario de la imputación Porque decir que un buque puede encontrarse en la banda opuesta a Montevideo y relativamente cerca de esa ciudad, no importa ninguna especie de absurdo tratándose de ciudad situada en la costa de una bahía… En Río de Janeiro, en todas las ciudades de idéntica ubicación pueden verse costas opuestas a la ciudad y cercanas a ella.
En 1811, Montevideo aunque sitiada por tierra, dominaba la Bahía con los cañones de su fortaleza por un extremo y con los cañones de sus cerros por el otro.
Y como la ciudad tenía escuadra y el enemigo carecía de ella, claro es que dominaba también el río de la Plata y el Paraná. Por eso no arguye desconocimiento de la situación político-militar de aquel tiempo, decir que en la Bahía de Montevideo y casi en la costa opuesta a la ciudad, se hallaba en los últimos meses de 1811, un barco de guerra español con prisioneros tomados al ejército del general Belgrano en su campaña del Paraguay … y no hay duda de que era así y que el barco -una fragata se llamaba Flora- y que a su bordo estaba el sargento de Blandengues de la frontera de Santa Fe,- Estanislao López- mocetón que no había cumplido por esos días veinticinco años.
 Hasta aquí ninguna duda tenía porque inquietar el cronista de tales episodios… Pero si alguien hubiera insinuado sospechas sobre la veracidad de la tradición según la cual López se arrojó al río desde la fragata flora para salir al ejercito sitiador, entonces sí, el cronista no hubiera podido aportar otra cosa que la tradición oral misma recogida en textos escritos. Porque en rigor no había sido publicado a ese respecto ningún documento que pudiera llamarse “histórico”.  Verdad que esto no autorizada para calificar a la tradición de “cuento infantil” pero tampoco deben incorporarse a la historia episodios que sólo descansan en la transmisión oral y que no dejan de ser meras tradiciones porque alguien les dé, por modo feliz o desdichado, la forma escrita.
Sin atribuir el episodio mayor importancia de la que pueda tener, debo decir que llegue a poner en duda su efectividad.  Y en ausencia de documentos firmados por López, me sentí inclinado alguna vez a desechar la versión como apócrifa.
En el caso que hoy no podría decir lo mismo.  Tengo, hace tiempo, en mi poder, copia del documento que acredita la verdad de aquel hecho.  ¿Carta de un testigo?  ¿Mención honorífica? …¿Crónica en verso?... podría preguntarse el lector.  Nada de eso. La hazaña del sargento López, cumplida el 5 o el 6 de octubre de 1811, no sabemos si en horas del día o de la noche, pasó a la historia documental porque hubo que pagarla y porque fue anotada en el Debe de una cuenta.  Por esta circunstancia… contable como alguno diría,  ha llegado hasta nosotros documentalmente.  Excúsenos el lector la descripción de la proeza por cuanto ignoramos sus pormenores.  Pero diremos que así como Neptuno y Proteo no practicaban sus correrías con pesada vestimenta, aquel sargento de Blandengues, después de arrojarse de la fragata flora en la Bahía de Montevideo y ganar a nado la costa para seguir hasta la línea sitiadora, llegó muy ligero de ropa y de equipaje ante el señor general Rondeau, y el general ordenó cristianamente vestir al desnudo…  Cumplida la orden, el comisario del ejército Don Miguel Gerónimo Garmendia, hombre ordenado y meticuloso, fue hasta su carpa y sentado a la mesa de los papeles escribió así:  “A Estanislao López, sargento de los Blandengues de Santa Fe que salió a nado escapado de la fragata Flora en donde se hallaba prisionero por orden del señor general, (Rondeau) se le dio lo siguiente:
Un pantalón de pana 3 1/2 pesos
Un sombrero en 5 pesos
Una chaqueta de bayetón 4 pesos
Un poncho en 10 reales
Una camisa chica en 18 reales
Cuartel General en el Arroyo Seco a 6 de octubre de 1811”.
El sargento que esperaría ya cubierto con su nuevo indumento, fue llamado a la carpa y sentado a la mesa puso en 3 palabras el recibo al pie del documento: “Recibí: Estanislao López”.
El importe del vestuario se cargo a cuenta de las rentas municipales de Santa Fe.  Pero se hizo excepción de dos prendas las más caras: el sombrero y el pantalón.  Procedían ambas de una fragata española sorprendida en la costa por los patriotas y que había sido considerada buena presa.  Quien dio la orden para tal excepción fue nada menos que el vocal del Triunvirato Don Feliciano Chiclana, a la sazón en el sitio de Montevideo.  “Proceden de la fragata Consolación -escribió Garmendia a propósito de estas piezas- y no se carga su importe por disposición del señor Chiclana”. 
Y consignados estos pequeños detalles en honor a la exactitud y porque son de interés para lo que viene más adelante, diremos que si el sargento López pensaba ilustrar su nombre en el sitio de la ciudad y tomar desquite de las penas sobrellevadas en la prisión pronto se vio defraudado porque el gobierno de Buenos Aires tenía entre manos un armisticio con Don Francisco Javier de Elio jefe de la plaza de Montevideo y que se adornaba con el título de Virrey.   El armisticio se firmó pocos días después, el 20 de octubre y fue una desdicha para la revolución.  Los señores del gobierno Chiclana, Paso, Sarratea y él ínclito señor Rivadavia trataron con el excelentísimo señor Virrey y reconocieron “la unidad indivisible de la nación española de la cual forman parte integrante las Provincias Unidas del Río de la Plata en unión con la península y las demás partes de América que no tienen otro soberano que el señor Fernando VII”; y “convinieron gustosísimos (sic) en procurar remitir a España los socorros pecuniarios que permita el presente estado de las rentas”. 
Ni qué decir que por razón del armisticio los restantes blandengues santafesinos de la fragata Flora, que no eran muchos pasaron al ejército patriota de Montevideo donde encontraron a su sargento.  Tengo a la vista una relación “de los individuos de la Compañía de Blandengues de Santa Fe que habiendo sido prisioneros en el Paraguay han salido a este ejército”.  Sin haber nadado como el sargento López,  llegaban también casi desnudos… Y se les da un vestuario a cada uno y socorro de cuatro pesos.   Al sargento seis y no se le da más ropa, “por estar ya vestido”.   Son diez blandengues, entre ellos uno de apellido inglés Norberto Thompson todos analfabetos menos el sargento que firma el recibo por sus soldados.  El general Rondeau les da pase a Santa Fe, pero no les da monturas ni caballos para cruzar la banda Oriental y el Entre Ríos y entonces prefieren casi todos seguir acogidos al ejército de Buenos Aires que debe regresar a la capital. Desde allí será más fácil volver a Santa Fe. Un mes largo pasan en Montevideo porque el ejército no se mueve hasta fines de noviembre. Y en este mes ¡cuántas críticas oyen dirigidas todas al armisticio!... Artigas no lo acepta… Sostiene -y con razón- que él ha levantado el pueblo de las campañas y que este pueblo ahora es entregado inerme a españoles y portugueses; dice que, antes de entregarse abandonarán los orientales su suelo en señal de protesta; que el gobierno de Buenos Aires no tiene poderes para disponer de la suerte de los pueblos a su capricho.  De Entre Ríos llegan protestas muy parecidas porque el armisticio no solamente dispone que “las tropas de Buenos Aires desocuparon enteramente la banda oriental…” sino que “los pueblos del arroyo de la China Gualeguay y Gualeguaychú situados en Entre Ríos, quedarán de la propia suerte sujetos al Excmo Sr. Virrey.  En octubre de 1811 los pueblos que han salvado ese mismo año a la revolución sujetos al Excmo Sr. Virrey…
En los últimos días de noviembre, López y sus compañeros embarcaron con las tropas del sitio rumbo a la capital. 
Esperábanle honores extraordinarios. El Triunvirato había declarado a esas tropas “beneméritas de la Patria en grado heroico”.  El 1° de diciembre desfilaron bajo el arco principal de la Plaza de la Victoria y ese mismo día juraron el estatuto provisorio apenas llegados los blandengues (que no han de haber participado en esos desfiles porque no eran parte integrante del ejército) el sargento López, nada Lerdo, presentarse por escrito al gobierno para pedir un socorro en dinero que le permitiera -a él y a sus soldados- seguir su destino.  Al cabo de pocos días supo que el pedido había sido traspapelado e insistió con otra solicitud la que conocemos y que dice así: “Excmo. Señor: Estanislao López sargento del Cuerpo de Blandengues de la frontera de la ciudad de Santa Fe.  Por mí y en representación de Agustín Gómez, Roque Ferreyra, Juan Esteban Morel, Pascual Alba, Tomás Romero y Gregorio Molina, soldados del mismo cuerpo, ante la superior justificación de V.E. con la sumisión y respeto que debo, parezco y digo: Que siendo unos de los que pasaron a las órdenes del señor general don Manuel Belgrano en la expedición al Paraguay, tuvimos la desgracia de ser prisioneros en el segundo ataque que tuvimos en Tacuarí” …  Obsérvese bien en el segundo ataque que tuvimos en Tacuarí… Erró pues el general Mitre y todos cuánto lo siguieron al decir que López fue tomado prisionero en Paraguarí tiempo antes y muy lejos de Tacuarí. 
Sigue el documento: “…habiendo sido remitidos posteriormente entre otros a la ciudad de Montevideo donde permanecimos en la misma clase (de prisioneros) hasta los tratados que celebró con V.E.  Durante nuestra prisión son indecibles los trabajos y miserias que hemos padecido por el término de nueve meses hasta el extremo de que dar casi desnudos y en esta forma se enoje o pase para dicha ciudad de Santa Fe; pero no teniendo como transportarnos por nuestra miseria, sin monturas ni cabalgaduras, tuvimos a bien dirigirnos a cogernos bajo la protección de V.E. a efecto de suplicarle, como le suplicamos sumisamente, se digne mandar que para poder vestirnos y hablarnos de lo necesario para conducirnos a nuestro destino se nos socorra a buena cuenta a lo menos con la cantidad de cuatrocientos pesos  que son indispensables a razón de cien pesos para mí y 50 para cada uno de los otros seis individuos, que no tenemos absolutamente cómo movernos teniendo para esta gracia presente que de más de un año que se nos debe de sueldo sólo hemos recibido yo el socorro de diecisiete pesos y los demás catorce pesos desde nuestra partida de Santa Fe hasta esta época”…
Un año de penalidades y 17 pesos de socorro.  Esta vez fue escuchado el “Sargento Representante” que, al parecer, pidió mucho para obtener poco, porque el gobierno del Triunvirato se dignó escuchar la súplica y acceder en parte a lo solicitado, pero en la siguiente forma: “Buenos Aires, diciembre 5 de 1811. Al Sargento Representante abónese por los ministros generales de Real Hacienda diez y siete pesos y a los soldados nominados en esta representación diez, pasándose el cargo correspondiente a las cajas de Santa Fe y tómese razón en el Tribunal de Cuentas (Hay 3 rúbricas) Firmado: Rivadavia. Tómese razón en el Tribunal de Cuentas, Buenos Aires 6 de diciembre de 1811. Ballesteros”. 
El 9 del mismo mes firman el recibo los agraciados: “He recibido de los ministros generales de la Real Hacienda los setenta y seis corr. según el anterior decreto que precede. Buenos Aires, 9 de diciembre de 1811.   Estanislao López.  A ruego de los demás interesados por no saber firmar: Juan Nepomuceno Álvarez.  Con la misma fecha se dio aviso a los ministros de Santa Fe”.   El aviso era para que con los “ramos municipales de Santa Fe”, fueran reintegrados al gobierno de Buenos Aires, los setenta y seis pesos abonados a los Blandengues. El cargo por los vestuarios de Montevideo y el socorro de siete y cuatro pesos, respectivamente al sargento y a los soldados, y vaya camino de la misma ciudad.
Ni una palabra ha dicho el sargento de su fuga en la Bahía de Montevideo, del peligro que arrastró para incorporarse al ejército sitiador, de la intervención del señor Chiclana para que no se cargarán en la en la cuenta de Santa Fe algunas prendas de vestir con que le favorecieron. Todo ello queda para él como diluido en “los indecibles trabajos y miserias que ha padecido con sus compañeros por el término de nueve meses hasta quedar casi desnudos”. En su presentación al gobierno todo ha sido de una sobriedad y modestia ejemplar. Ni jactancias ni palabras inútiles.  Se ha conducido también como hombre prudente y sagaz.  Por cierto que no le eran desconocidas las oficinas del Fuerte de Buenos Aires ni las del Cabildo, ni era la primera vez que recorría las calles y plazas de la ciudad.  Es decir, la recorría por primera vez a pie… “sin montura ni cabalgadura”.  Precisamente dos años antes bajo el virreinato de Cisneros, las autoridades Santa Fe le habían confiado pliegos de importancia para ser conducidos a Buenos Aires, y misiones como ésta no se encomendaban a un correista cualquiera. 
De este viaje de López a Buenos Aires en 1809, ha quedado testimonio en una comunicación del virrey Cisneros al Teniente de Gobernador de Santa Fe, que reza de esta manera: “ los treinta y un pesos y tres reales que según resulta del oficio original del Administrador de Correos de esa ciudad (que me incluye en el suyo de 11 de Julio anterior N° 1432) se invirtieron en la conducción de los pliegos remitidos por la posta con el soldado Estanislao López, deben satisfacerse por esta Real Caja a la expresada administración pasando Vm. al efecto esta orden a los ministros de Real Hacienda. Dios guarde a VM muchos años. Buenos Aires, 4 de agosto de 1809. Baltasar Hidalgo de Cisneros”.   
Pobremente aviados y vestidos el sargento y sus compañeros tomaron el camino de la Posta, es de suponer que el 11 o 12 de diciembre, en una mañana calurosa como suelen ser las de la primavera nuestra que se despide siempre con ardentía exagerada y alardes caniculares.   No llevaban caballos propios y los de posta eran rematadamente malos: resabiados, mañeros, de andar insoportable.  El 20 de diciembre estaban todavía los blandengues en la Posta del Arroyo Seco (Santa Fe).  Es de presumir que muy escaso de dinero obtener sargento ya en territorio santafesino, por dejar a cada maestro de posta una constancia de los servicios recibidos a fin de que hicieran efectivo el pago en las cajas de Santa Fe. Ha llegado hasta nosotros un curioso documento, en media hoja de papel que dice: el maestro de Posta del Arroyo del Medio me auxilió con cinco caballos incluso el del postillón y me hizo conducir hasta la posta del Arroyo Seco que dista 6 leguas y para que conste su buen cumplimiento lo firmo el 20 de diciembre de 1811 Estanislao López”.
Pocos días después, quizás para Navidad, entraban en Santa Fe aquellos blandengues que habían salido con Belgrano en octubre del año anterior.
Y aquí me disponía a yo a dar por terminado este relato que nada tiene de “cuento infantil” como no sea la sugestión saludable que en almas de niños y jóvenes ejercen episodios en que se destacan el valor, la constancia y el sacrificio. Y lo daba por terminado con un recuerdo afectuoso a la memoria de Ramón Lassaga que puso tan noble fervor durante su vida en comentar cosas del terruño que tanto amó.  Pero inhábil narrador, advierto que he dejado pendiente un hilo de mi relato, que no es precisamente un hilo de oro: pero, al fin, la historia se teje con el vivir cotidiano con sus mezquindades cuidas y miserias, y no siempre su trama está sostenida por lo que brilla sino por algún hilo escondido apenas perceptible para el investigador.   Sucedió, pues, que López llegó a su ciudad con aquel sombrero de cinco pesos y aquel pantalón de pana que el comisario del ejército sitiador de Montevideo, Don Jerónimo Garmendia, no cargó en la cuenta de Santa Fe por orden y por municipio de Feliciano Chiclana. Todo hace creer que aquella esplendidez fue algo así como un premio estímulo a la proeza del sargento, y López pudo decir que se arriesgó su vida en Paraguay y Montevideo economizó a su ciudad el pago de un sombrero y un pantalón en circunstancias difíciles para la Patria… y por que así lo ordenó un vocal del Primer Triunvirato…   Pero el asunto no terminó ahí…
“Pasó un día y otro día pasó un año y otro año”… y por octubre de 1812, recibieron los señores ministros de la Real Hacienda de Santa Fe el siguiente comunicado: “A más de los cargos que tengo pasados a Vms. contra el Cuerpo de Blandengues de esa ciudad por lo que percibieron en las expediciones del Norte y de la Banda Oriental, resulten ahora contra el sargento del mismo Cuerpo Estanislao López, 8 pesos y 6 reales importe de un pantalón de pana y de un sombrero que se le suministraron por mí del cargamento apresado en la fragata Consolación, lo que comunicó a Vms. a fin de que me sirvan descontarlos en los ajustes de sueldos respectivos, esperando me den aviso de quedar en ejecutarlos. Dios guarde a Vms muchos años. Buenos Aires, 24 de septiembre de 1812. Firmado: Gerónimo Garmendia. Pasmados quedaron escandalizados los Señores Ministros de la Real Hacienda con este dar y quitar poco decente que más parecía cosa de granujas que de altos funcionarios.  Y la ciudad no tuvo más remedio que pagar … No iba el sargento a devolver su sombrero y su pantalón…
No sabemos lo que haya dicho Estanislao López, al verse deudor de dos prendas de vestir como único galardón de sus “indecibles trabajos y miserias” entre Paraguay y Montevideo.   De haberle alguien recordado muchos años después aquel episodio de juventud bien pudo decir el célebre caudillo: “Aquello mío no fue nada; Santa Fe de 1810 a 1815 perdió todo lo que había construido en muchos, muchos años, franqueó sus propias tropas a Buenos Aires pagando la de sus ramos municipales y reunió sus propios arbitrios a la Hacienda Nacional; los indios robaron ochenta mil cabezas de ganado, vacuno solamente, sin contar lo demás; destruyeron los mejores fuertes y pueblos mataron a más de cien vecinos. Buenos Aires se llevaba todo y cuando pedíamos algo se encogía de hombros, o se reían de nosotros Yo aseguré la autonomía de la provincia para que no se produjeran arbitrariedades y la dejaré respetada por todos; he servido a Santa Fe casi toda mi vida luchando siempre por ella en una causa generosa y noble”.
  
Nota: en los documentos, todos inéditos, que sirven de base a esta publicación, solamente uno la presentación de López al Triunvirato, en 5 de diciembre de 1811, fue encontrado por el autor.  El más importante que prueba la evasión de López desde la fragata Flora le fue dado en copia por el historiador uruguayo Ariosto Fernández. La constancia firmada por López en la Posta de Arroyo Seco pertenece al Dr. José M. Puccio.  El documento de Cisneros y el dirigido por Garmendia, Santa Fe octubre de 1812,   los debe el autor en copia al funcionario del Archivo Histórico de Santa Fe, don Aníbal Osuna.

por José Luis Busaniche

para El Litoral, sábado 31 de diciembre de 1949. 
Texto tomado de la publicación original sin modificación alguna.




José Luis Busaniche


domingo, 17 de noviembre de 2019

Aportes para la historia del pañuelo en el Río de la Plata


En un artículo firmado por Federico Oberti para el diario La Prensa del 13 de septiembre de 1970 encontramos en su título una afirmación: vinchas de los indios, y pañuelos de los gauchos. Esto no es al azar, el hombre nacido en San Antonio de Areco en 1902, estaba haciendo una distinción muy interesante para las representaciones del imaginario popular y para las escénicas.
En las primeras líneas del trabajo de Oberti, se lee: “Los frecuentes e inapropiados usos de algunas prendas del atuendo gauchesco, suelen obedecer a vicios de formación e información… La vincha tiene raíz etimológica y costumbrista en las remotas áreas aborígenes de los quichuas, aymaráes y araucanos, apareciendo totalmente disociada de cualquier tipo de tocado masculino por cuanto era del particular uso de las mujeres…”  En el análisis de esta etimología, Oberti, se fundamenta en el término “Vincha” (cofia)según Domingo de Santo Tomás (1560) y  Lafone Quevedo (1898) escribe “… Huincha, Uincha o Bincha: faja de la cabeza; listón que sirve para ello; cinta para medir o para ribetes…”, se aclara que son de distintos colores, material y factura según la parcialidad a la que pertenecían.

Anterior a Oberti, Vicente Rossi; asegura que el gaucho tiene su origen en las razas aborígenes (charrúas). En primer lugar menciona la época del gaucho o “huacho” primitivo con vestimenta muy distinta a la que conocemos o representamos. Escribe Rossi acerca del atuendo de esta época: “…De su raza altamente rebelde conservó la divisa, la temible divisa de su vincha, para ordenar y sujetar su lacia melena, y la que en los preliminares de las justas infundía al enemigo el terror de la derrota antes del encuentro. Jamás cubrió su cabeza, en homenaje a su estirpe tan oscura como heroica…” (1921:29)
En la segunda etapa, llamada del “pago” por Rossi “…Vestía camisa, chiripá y bota de potro; a los costados, por las aberturas del chiripá, se veía blanquear el calzoncillo, que usaba dentro de las botas; poncho no muy largo; pañuelo al cuello; vincha, y echado algo hacía atrás, dejando verla, un sombrero blando, de ala no muy ancha, con barbijo; espuelas; cinto, con monedas brasileras por botones; facón (un machete o daga); boleadoras de reserva atadas al recado ; en la guerra, lanza india. Nunca usó “cribado” o calzoncillos por sobre las botas…” (1921:32-33)
“…Romántico cantor, solía también improvisar al compás de su guitarra, por ranchos y fogones.No rehusaba un reto, pero n0 tenía instintos de pendencia…” (1921:38)
“…El «pago», instituido por la civilización y el progreso, está ya en ejercicio de sus funciones, motivo por el cual la vestimenta y las armas son ahora más uniformes en casi todos estos hombres: Sombrero gacho (El de copa baja y ala ancha tendida hacia abajo) de alas n0 muy anchas, que exhibe la divisa del ejército o caudillo a quien se sirve; por eso la cinta india ha huido de su frente y es sustituida por un pañuelo; otro pañuelo al cuello, unas veces como enseña de guerra y en general por costumbre; camisa; poncho largo y pesado; cinto tachonado de monedas conforme a las que ha podido conseguir su dueño; chiripá largo; calzoncillos; botas de potro o botas cortas de zapatería, de confección tosca; espuelas grandes, 116 «chilenas». Sus armas las clásicas, con el agregado de alguna de fuego, de las más antiguas y de menor precisión, proporcionadas por el «pago». (1921:50) Desde aquel tiempo, Rossi dice que los gauchos se transforman en paisanos o criollos, aquerenciándose y trabajando en tareas rurales. Volviendo a ser gauchos ocasionalmente si se “alzan” o van a la lucha.

En otro artículo de La Prensa de Buenos Aires del año 1945, Justo Sáenz (hijo) escribió sobre el pañuelo y su relación con los tocados gauchos: “… Gauchos existieron también, y no pocos, que por pobreza o capricho, no se cubrieron con otra prenda que con un pañuelo de colores atado en dos o tres formas distintas y envolviendo por completo su melena, como el zorongo de un baturro aragonés…” Este tocado, estuvo acompañado por aros pendientes de las orejas entre 1808 y 1875.
En otra parte de su artículo, Sáenz (hijo), escribe: “… Este atavío, que para distinguirlo de otros denominaré a la aragonesa, parece que fue conocido por serenero…” este dato se lo trasmite en forma verbal en 1928 Leopoldo Lugones. El serenero entra en la variedad de vinchas. Continúa Sáenz diciendo sobre este tema puntual: “… las vinchas… son anchas y protuberantes, asemejándose en mucho a esa especie de pañuelo –turbante- común entre las campesinas de La Rioja y Catamarca llamado por ellas pachiquil…” Agrega el autor que existe documentación fotográfica de fines del siglo XIX en Entre Ríos, que aseveraría que la vincha de pañuelo iría acompañada por sombrero.
En otra parte del artículo mencionado el autor nacido en Buenos Aires en 1892 expresó: “… Un viejo criollo de la provincia de Buenos Aires díjome hará como treinta años (1915) que en su tiempo, solía acudirse a bailes y marcaciones con el pañuelo así colocado, a fin de lucir mejor su calidad y colores. Lucio Mansilla explica en su “Excursión a los indios ranqueles” que el también llevaba el pañuelo de esa manera para librar su cabello del polvo del camino. Ésta de haber sido, lo mismo que el resguardo contra el sol, la principal razón de su uso…”.
De este artículo establecemos la hipótesis siguiente: el pañuelo usado como vincha no era el que se utilizaba para bailar y divertirse, era para lucir. Evidentemente hombres y mujeres, generalmente, depende la ocasión, deben haber utilizado otro pañuelo para el baile; uno más pequeño quizás o de mano.
Existencia de este tipo de pañuelos encontramos en inventarios de vestuario de personas difuntas. Esto se puede comprobar en los repositorios documentales de distintas provincias.

Por su parte Pedro Inchauspe, a mediados del siglo XX, escribía “… si por uno de esos milagros de la fantasía, pudiésemos retrotraernos y asistir a una reunión de gauchos de verdad, nuestro concepto actual sufriría una enorme decepción… Y es que el circo, el teatro, el carnaval y los tradicionalistas han creado un traje gaucho más de utilería que real… Si alguna documentación fiel queda de las viejas épocas, ella es la que se refiere a las prendas de vestir y a las del apero y recado del gaucho…” (1956:127-128) esto lo menciona relacionado con exposiciones en museos y con dibujos y pinturas que reproducen escenas de nuestro pasado. En este último caso algunas discutidas de pintores extranjeros, en la segunda parte del siglo XX y principios de XXI. Para Inchauspe, el gaucho en su verdadera acepción, había desaparecido o transformado hacia 1880.
Con relación específica al pañuelo como elemento del atuendo del gaucho, escribió el autor cordobés “… Para el circo, el color negro hacía un magnífico contratono con la albura de los calzoncillos cribados y con el blanco pañuelo del cuello; la vincha, que el gaucho usó solo accidentalmente, era prenda efectiva…” Luego describe el traje elegante de un gaucho de mediados del siglo XIX, y con relación al pañuelo dice: “… Un pañuelo de color al cuello y otro para sujetar el cabello, que en un tiempo se llevó muy largo, con trenzas y hasta con peinetas, exactamente como en los usos femeninos… La vincha no fue común en el traje del hombre de la llanura… Lo corriente fue el pañuelo, llamado “serenero” por Lugones, que cubría la cabeza, la nuca y parte de la cara, y que se llevaba atado en una variedad de formas. Este pañuelo, de mayor tamaño que el otro, protegía contra el viento y el sol, de día; de noche contra el sereno o relente – especie de rocío – fresco y peligroso para quienes están mucho tiempo expuestos a su influencia…” (1956: 129-130) Agrego que en ocasiones de extrema pobreza, el pañuelo reemplazaba al sombrero o la boina.

Retomando a Oberti en su artículo de 1970 dice “…Por lo general, los aborígenes usaban a diario vinchas tejidas, mientras que los gauchos más pobres sujetaban sus cabellos con retazos de liencillo o pañuelos envueltos a la cabeza, anudados a la nuca al modo de zorongo aragonés…En la iconografía de mediados del siglo XIX Prilidiano Pueyrredón en 1860 pinta paisanos porteños típicos con vinchas de tejido pampa; y en 1856 Palliére representa gauchos con pañuelo apretado por el sombrero… Juan Manuel Blanes representa los tocados en la realista escena que componen los personajes masculinos de Los Tres Chiripáes… Posteriormente, el gaucho usó vincha de pañuelo para desempeñarse en las faenas de la doma y trabajos del corral, la esquila, las carreras cuadreras y corrida de sortija…” Estos son algunos ejemplos de la importancia que tuvieron y tienen las obras visuales y escritas de los viajeros extranjeros, especialmente del siglo XIX como documentos a tener en cuenta.
También dice Oberti con relación a las razones del uso del pañuelo: “… El más frecuente uso del pañuelo fue motivado por las frecuentes y largas travesías a caballo…” así mismo, luego de un breve análisis del caso sigue: “… La definición del uso de esta prenda (serenero) corresponde a la mujer… por consiguiente, en ningún caso se halla asociado al sombrero, de uso y características esencialmente masculinas y gauchescas. Cuando los gauchos lo tomaron incorporándolo a su varonil tocado, en los postreros años de su vigencia, el pañuelo (serenero) convirtióse en un detalle exótico, romántico y asfixiante, sin razón de ser… más si llamativo, vistoso, ecuestre y caballeresco…” El pañuelo deja de ser funcional para pasar a ser moda (fines del siglo XIX y principios del XX).
“… Otros autores, siempre empeñosos en recoger y divulgar aspectos del atuendo de los gauchos del Plata, han ido al meollo de los que nos ocupa. Entre ellos el más preciso… fue el sabio alemán H. Burmeister disipando cualquier clase de torcidas interpretaciones: “llevan siempre la cabeza cubierta con un sombrero de fieltro o de paja, pero es pequeño y no oculta toda la cara”. “En verano se ponen un pañuelo de color debajo del sombrero, en contacto con la cabellera. Esta tela sirve de protección contra los rayos ardientes del sol y refresca el aire que viene de frente al andar a caballo, corriéndose hacia la nuca…”
“… Los pañuelos eran provistos por los huhoneros, los cajoneros y los pulperos volantes que hacia todos los rumbos recorrían nuestra campaña con sus mercancías. Los portaban en sus pesados atados, en sus cajas, de los cuales surgían como de un cofre de sorpresas, brillantes y multicolores, grandes y pequeños; de lienzo, de espumilla, de purísima seda de la China o de algodón de Cataluña; rojos y azules, celestes con guardas, recargados arabescos estampados, y grandes y blancos como suave túnica nupcial…”

Luego de repasar estos artículos periodísticos, como corolario, nos surgen otras preguntas: ¿Porqué los hombres y mujeres de las zonas rurales y/o suburbanas utilizaban pañuelos para las danzas? ¿El pañuelo tiene un significado especial al ser utilizado en las danzas? ¿Cuál es o cuáles son? ¿Cuándo se comenzó a usar el pañuelo en los bailes o danzas en el Río de la Plata?, preguntas que trataremos de responder en este taller. Espero no ser bastante ambicioso en mi búsqueda de respuestas.

Artículos periodísticos

Oberti, Federico. Para La Prensa de Buenos Aires. Vinchas y pañuelos de indios y gauchos. Publicado el 13 de septiembre de 1970.

Sáenz, Justo. Para La Prensa de Buenos Aires. Tocados gauchos. Publicado el 22 de julio de 1945.




Tres obras de J. León Palliére: La Esquila. Bailando el gato y La Pulpería.